Existen ocasiones que te hacen
valorar más a fondo el hecho de vivir experiencias plenas, y dentro de estos
momentos se dan ocasiones en que la música se hace cómplice de los recuerdos más
memorables. Es así que gracias a la increíble gestión de la productora PMC
Shows hemos tenido la oportunidad de ver a dos bandas que siempre han estado a
otro nivel, la más reciente; Beyond Creation es como un meteorito que cada vez
que tiene oportunidad colapsa el underground metalero actual. Con tan
solo verlos sientes que aún no lo has
vivido todo, que siempre tienen algo escondido bajo la manga con esa enrevesada
metodología que tienen para explorar el silencio y traer consigo el rumor
constante del caos de la existencia, por otro lado Cynic llegaría con su
rostro más reconocible: Paul Masdival, quien ha cultivado el noble arte de
cuestionar y sobre todo de proponer nuevas formas de acercarse a la autocontemplación
personal con una música impregnada de una melancolía extremadamente refinada,
pero pesada al mismo tiempo, condensada para llegar directo a las fibras recónditas
del alma.
El pasado viernes 21 de abril, Cynic
demostró con esta nueva encarnación, que la conexión espiritual no es un
quehacer exclusivo de los eruditos, sino una necesidad del ser humano, tal vez más elemental que el aire que respiramos o la música que tanto
disfrutamos escuchar. Esta es la crónica
detallada de un acontecimiento que se vivió con la intensidad que merecía el
momento, un encuentro de mentes maestras que no hacían más que regalarnos magia
a cada paso. ¡Esto es Cynic & Beyond Creation en Lima!
Por @Jedbanger
Beyond Creation
Nuevamente el teatro Kantaro es punto de encuentro para eventos de vital trascendencia. Esta vez la cita se dió a partir de las 7:00 pm, hora en que se abrieron las puertas del local y poco a poco los asistentes fueron acondicionándose en el interior del recinto. Mucho se había hablado de la banda telonera y de sus aportaciones al metal progresivo y técnico de los últimos 13 años. De su increíble capacidad de deslindarse del sistema de jerarquías tonales para construir estructuras funcionales de alucinante heterodoxia, salpimentadas de armonía salida del espíritu, de jerga estética y tecnicismos que emanan erudición por doquier.
Si te pinto todo este chamullo no
es por floro, porque cuando se escucharon los primeros acordes de "Fundamental
Process” todo el teatro se vino
abajo. Inevitable no sentir un estremecimiento frio subiendo por tu espina
dorsal con tremendo despliegue de fuerza y energía, créeme, el tema sonó tan
inmaculado que no dejó cabos sueltos a pesar de que para esta gira Philippe
Boucher fue reemplazado por un baterista sustituto, por el contrario; todo
estuvo programado para generar un espasmo brutal. Tanto Kévin Chartré
como Simon Girard hacían gala de una lumbre interior de
envidiable optimismo. Si con todo esto no te emocionas es porque eres
simplemente de piedra o de cal mi hermano.
Por si esto fuera poco proseguiría "Earthborn Evolution", no hay palabras para describir una canción en puro estado de gracia, como una poesía sombría y esperanzada a partes iguales. Frente al tono arrebatado y exclamativo de las dos primeras canciones, seríamos dominados poco después por el inquirir obsesivo de las interrogaciones existenciales que fijan su desgarradora intensidad en "Ethereal Kingdom" y su utopía tecno-científica. En la música lo imposible se hace posible, y en el teatro Kantaro, el tiempo y la vida se degradan en un sostenido duelo hímnico. Los bangers cantaban a todo pulmón y se desplazaban con movimientos errantes hacia el santuario de la brutalidad: ese espiral desmedido que no dejaba de abrirse paso frente al escenario.
Hasta donde alcance a ver fueron
muchos los momentos en donde se armó un pogo descomunal. "Algorythm"
incentivó aún más ese collage en movimiento con alusiones intratextuales que
daban una visión de cómo la catástrofe puede entrar -o no- en nuestras burbujas
existenciales debido a la insana codependencia que tenemos por la tecnología.
Tremendo frontman Simon Girard, siempre alentando al público a
moverse, a que entendamos que tanto la música como los cuerpos tienen que
buscar el colapso por efecto de su propio peso. Una pena que el setlist haya
quedado corto, esta banda tiene para armar unos 5 diferentes cada noche y
ninguno nos aburriría. Al escuchar "Coexistence" caí en
cuenta de la fastuosidad de una agrupación que me hace sentir orgulloso de
seguir escuchando este tipo de música, que el metal extremo nunca morirá,
siempre habrá alguien que tomará la posta para aportar su granito de arena y
así engrandecer a este género. Fueron un poco más de 7 minutos y medio en los
que me imbuí en una especie de meditación esperanzada sobre el inicio y el fin
de las cosas.
No me cansaré de brindar elogios
para Hugo Doyon-Karout, un tipo digno de ocupar la plaza de quien
fuera un superdotado en la ejecución del bajo, Dominic Lapointe,
una responsabilidad que atañe tanto al campo del saber como al de obrar con
extremo profesionalismo. "Omnipresent Perception" es un
cambio de ruta orientado a reencontrarnos con la humanidad que aún
habita en nosotros, lejos de cualquier percepción errónea, la realidad
sucumbe ante una serie de confrontaciones fascinantes y necesarias. Es la
primera vez que el público peruano se compenetra tanto con una banda que tiene
un portafolio filosófico tan amplio bajo el brazo y que proviene de 4
músicos humildes que comparten espacio con sus seguidores y dedican tiempo a
interactuar con ellos, tomarse fotos o firmarles cualquier souvenir dada la
ocasión. Tras finalizar la presentación de Beyond Creation me
prepararía para el segundo subidón de la noche, esta vez a cargo de un icono
con etiqueta de leyenda.
Cynic se presentaba
en nuestro país celebrando una de sus obras más aclamadas, por la que son
reconocidos como iniciadores de toda una corriente musical, y que representa una
especie de vademécum para todo lo que vino después. Hablar del álbum "Focus" (1993) es una cosa, escucharla en su
totalidad; es todo un privilegio que pocos se jactarán de haberlo logrado, de
contemplar su noción del arte como una práctica espiritual, autónoma y
orgánica, atemporal incluso para quienes ingenuamente piensan que algo así es fácil
de lograr en estos días, apoyados como no, de todas las ventajas que la modernidad les ofrece, no obstante; esto hace que valoremos más la música de este tipo y a las mentes que
le dieron vida: Paul Masdival , Jason Gobel, Sean Reinert y Sean Malone, figuras a las que en su momento no se les brindó el reconocimiento que merecían, ya que en un inicio este disco fue empañado por la mezquindad personal y el irrespeto irracional que les negaría cualquier mérito, estigmatizando a algunos de sus integrantes a ser la comidilla de rumores de otra índole antes que ser valorados por su talento musical, marginando todo lo relacionado a esta nueva forma de hacer "metal". Es justamente por esta razón que esta gira en homenaje se hace tan emotiva. Es una celebración para quienes han partido (Reinert & Malone), pero que hasta el día de hoy ocupan un lugar preponderante
en los corazones de los amantes de la buena música. Tal vez no fuimos muchos esa noche, pero el sentir generalizado que se vivió fue único.
Minutos antes de las 10 pm, quedaría
todo listo para presenciar los singulares ámbitos del conocimiento musical de
esta camada de artistas de buen nombre dentro de la escena. El guitarrista Max
Phelps (Exist, Death to All), el bajista Brandon Giffin (ex-The
Faceless, The Zenith Passage), el baterista Matt Lynch (Nova Collective,
Intronaut), y el tecladista/guitarrista Zeke Kaplan tomaban posiciones
para arrancar con la interpretación integra del "Focus" y Paul
Masdival se preparaba para argumentar su pensamiento con una sobrecarga
emocional. “Veil of Maya” iniciaba desprendiendo magia
derivada de su encadenamiento preciso a verdades prosaicas que no ocultan
secretos cuando llegan a nuestros oídos, no hay en ella otra diligencia más que
la crítica introspectiva a la dualidad que aqueja al hombre, un tema de
inicio beligerante que por momentos iba cayendo en descoordinaciones,
aunque el impase sería rápidamente superado con una maniobra ágil hacia los
idílicos paisajes que van difuminando la realidad.
De esta manera iniciaba
"Celestial Voyage”, atravesando de costa a costa el recinto y partiendo en
dos el denso aire viciado que se iba acumulando en una exótica mixtura de
hierba, tabaco, humo artificial y gases expelidos por la presión de las masas.
El local ya se encontraba a tope
de su aforo y el gentío que se agolpaba frente al escenario se hacía cada vez
más efusivo, temas como “The Eagle Nature” o “Sentiment”
se disfrutaron sin ningún tipo de remordimiento y con mucha satisfacción por
parte de algunos mutantes que se animaban a hacer headbanging. Con "Uroboric Forms"
se hace caso omiso a la impasibilidad aparente para fomentar la eclosión de una
espontánea turba que iniciaba su movimiento caótico dentro del moshpit.
El choque no solo fue exterior, en el interior ideas fragmentarias,
desvanecientes, nos daban resonancia de cómo destrozar tu ego y enfrentarte a
ti mismo en una especie de ensimismamiento correctivo de puro autocontrol,
luego de esto llegaba “Textures” y sus intrincadas construcciones
en relieve y contra-relieves, junto a un simbolismo místico indescriptible.
Cerrando el primer set "How Could I" se extendía como un puente, una vía, en donde confluye una sabiduría vital capaz de
entrever la carga emotiva del artista y la intuición del oyente. Seamos sinceros, todo el mundo sabe el
concepto que Paul Masdival maneja del mundo, en como maneja su vida, su propia
sexualidad y como interactúa con su entorno sin perder esa característica
fluidez y respeto por su música, es ese mismo respeto que espera recibir del
otro lado, y que en esta ocasión se le fue concedido con legitima admiración.
Antes de iniciar la
segunda parte del setlist, ideada como un homenaje a los fallecidos Sean
Reinert & Sean Malone, Paul realiza un desahogo vital a través de la quema de incienso como una
ofrenda ritualista de relajamiento psíquico y físico, terminada esta sesión, la fecundidad creativa
encontraría su mejor momento con "Kindly Bent to Free Us" para luego pasar a "Adam's Murmur" y la ovación generalizada por gran parte
del público que coreaba extasiado y a viva voz uno de los temas más esperados
de la noche, mientras que con canciones como "Box Up My Bones" se daba cabida a esa fase experimental que
vislumbra una banda que no tiene miramientos sesgados para contemplar un futuro
fuera de los parámetros que exigen una repulsa interpretación de su propuesta,
al contrario de "Evolutionary Sleeper" que retoma la radicalizan de las
voces, antes de dar pase a "In a Multiverse Where Atoms Sing" y volver al imperecedero vaivén de pesadillas en un
mundo que parece haber sido construido para que nunca saciemos nuestra
sed de una existencia más plena.
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