‘Empires Must Fall’, el último disco de Ghost of the
Machine, es una paradoja de siervos y señores, que revela en cada detalle
la complejidad inherente en su música: una lucha
constante entre el liderazgo melódico del neo-progresivo y la fuerza diluida en
lo más selecto del heavy hard rock. A
pesar de que los cambios de tiempo pueden invertirse, las canciones no suenan
ni por un segundo ambiguas. Son
sencillamente redondos en todos sus aspectos, y el aporte vocal hace gala de un
tono emotivo como fiel reflejo de las tensiones que surgen entre las diferentes
fuerzas musicales que coexisten dentro del álbum.
El equipo
que dio vida a semejante joya es el mismo que trabajó en el disco debut, y está
conformado por Charlie Bramald a la voz y flauta; Graham Garbett tocando la
guitarra y haciendo coros; Mark Hagan a los teclados, piano y Mellotron; Stuart
McAuley al bajo, pedales Moog y Mellotron; Andy Milner a la batería; y Scott
Owens a la guitarra.
‘Keepers of the Light’ abre el disco con un juego de
poder, control y liberación dentro de su espacio de reglas establecidas en el
ámbito del neo-progresivo, es decir, en un campo donde no
solo toma partido la complejidad técnica y las largas suites instrumentales,
sino que también se abre a la accesibilidad emocional del pop para conectar de una forma más directa con el oyente moderno.
Son más de ocho minutos en los que nada es absolutamente fijo, ¡y aun así ambas guitarras nunca pierden el
paso! Por el contrario, se redefinen, se fragmentan y se reconstruyen en cada
giro de ritmo. Es musicalmente una delicia escuchar a Graham Garbett y Scott Owens actuar bajo su propia intuición, ya
que su labor no está exenta de desafíos. A los que prefieren el confort de una
semi-balada bien construida, ‘The
Days That Never Were’ endulzará sus oídos con sus armonías vocales pulidas
y sus líneas melódicas en 4/4 que parecen haber sido hechas por alguna
agrupación pop o AOR de los ochentas. Por su
parte, ‘Panopticon’ dialoga con
las texturas ambientales de teclado, creando una base que sostiene la
estructura de la pieza. El resultado: un enfoque de “prog-lite” que, si bien no desafía a las masas, sí las arrastra
suavemente hacia un sueño onírico, donde pueden disfrutar de su dosis de
nostalgia sin necesidad de hacer un trabajo de interpretación profundo.
De repente, los arreglos de teclado y guitarra entran en escena para
establecer un dominio intelectual de mayor elevación con ‘Fall Through Time’. Del mismo modo, ‘The One’
expande este "imperio" sonoro a través de texturas armónicas,
modulaciones fluidas y un dominio de las dinámicas que exigen interpretación y
análisis por parte de quien se verá inmerso en una explosión de
sentimientos crudos que parecen surgir de una sombra, solo para disiparse en la
luz.
‘After The War’ da por finalizado un testimonio de perfección técnica fusionada con una
carga emocional arrebatadora que te sube
por la espina dorsal y te mueve hasta el último músculo de tu cuerpo. ‘Empires Must Fall’ de Ghost of the Machine se convierte en
algo trascendental: un nuevo clásico moderno que crea una experiencia
totalizante, donde cada sección instrumental no solo cumple su papel técnico,
sino que deviene en una experiencia sublime.
05. The One
06. After The War
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