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Una de las paradojas más grandes del heavy metal llega con el lanzamiento del segundo disco de Scavenger, banda que vuelve al ruedo con una obra maestra bajo el brazo y sin ninguno de los integrantes originales en su formación actual; y por si esto fuera poco, cada pieza que se desprende de esta epopeya mística se va apilando una sobre otra para edificar un disco de dimensiones colosales.

Mucho tiene que ver Tine Callebaut y el tono peculiar de su voz que se ancla en el disfrute. Sus bravatas son espontáneas y van más allá de la simple acumulación de influencias musicales. Tine se encuentra en su salsa jugando con el desfase que se crea entre lo viejo y lo nuevo, y de la misma forma todos los instrumentos se ensamblan a la perfección en este propósito. Desde el momento mismo que el disco comienza a rodar, la banda se encarrila en una cantidad ingente de encanto, espíritu y dedicación, cualidades destinadas a rendir pleitesía de forma unánime al heavy metal más épico y rompedor. "Beyond the Bells” reúne todo aquello que nos gusta y le proporciona un plus que contribuye de manera efectiva a evitar la sensación de estar escuchando siempre lo mismo. Cabe señalar también que el disco tiene complementos sustanciosos que le ayudan a adquirir una atmosfera muy particular, tal es el caso de la introductoria "The Warning Bell", que anuncia entre campanadas que la descarga heavy está a punto de cernirse sobre nuestras cabezas, poco después "Black Witchery" nos impacta con un poderosísimo voltaje de imaginería tótemica que bebe de las raíces ocultistas del género. ¡Que increíble que es la asociación entre Kevin Demesmaeker (guitarra) y Tim Naessens (guitarra) para conspirar con mano maestra en temas como “Watchout!" y "Streetfighter"!, tracks en donde los riffs son llevados al siguiente nivel, mostrándose concisos y sin espacios para rellenos.

De esta manera la originalidad se antepone a lo práctico y simple. El objetivo principal es lograr una mejor interacción entre progresiones de acordes, escalas y afinaciones típicas del metal tradicional.  Justamente "Defiler" saca la cola de la disyuntiva entre amoldarse o seguir copiando, para encadenar un diabólico plan cuyo fin trascenderá entre palancazos brutales de guitarra, digitaciones de tapping arrolladoras, y un alarido gutural de Tine Callebaut que te pone los pelos de punta. "Hellfire" va por la ruta más lenta definiendo de forma clara en qué momento se abandona las secciones armonizadas para meterle más pólvora a la sección media, es asi que "Slave to the Master", y en especial, "Nosferatu" logran alcanzar un cénit grandilocuente que los impulsa a situarse en las regiones periféricas del metal de pesadilla para fulgurar como rayos de neón dentro de esa insondable oscuridad. "Crystal Light" es el colofón perfecto para dar a entender que el vértigo no es el principal atractivo de este disco, ni tampoco la cutrez ni la fanfarria.


Hay una constante versatilidad que ha hecho del ingenio su bandera y que se afana por encontrar la forma de conquistar nuevos territorios y, por causa y efecto, en nuevos seguidores. Cosa que tendría que ser aplaudida y, bajo mi criterio, divulgada.