W.A.S.P: 28 años de auge y caída de Jonathan Steel

                                 

               

                                


                  Tilburgo, 02 de noviembre del 2012


Los miembros de W.A.S.P. irrumpen en el escenario del Poppodium 013, colmado hasta el último rincón, de un ambiente cargado de una tensión que apenas puede contenerse. Por delante aguardan casi dos horas de un extenso repaso por la carrera de la banda liderada por Blackie Lawless. "30 Years of Thunder" es el tour definitivo, una experiencia que nos coloca bajo la piel de quien alguna vez fue un verdadero animal del espectáculo.



Lawless aguarda, infranqueable, detrás de una barrera que solo él puede ver. Más allá del distanciamiento físico, el frontman se encuentra ya a kilómetros de aquella representación desenfrenada de sus años mozos. Y no es este, ni por un instante, el mismo provocador que, valiéndose de la más sexista y degenerada parafernalia, llenaba de connotaciones sexuales y visiones apocalípticas los ojos y oídos de miles de jóvenes estadounidenses durante los años ochenta. Una osadía a las buenas costumbres que lo haría merecedor de ser considerado el enemigo público número uno de los Estados Unidos de América. Pero de aquel hombre ya no queda nada. Por el contrario, la sumisión de semejante fuerza histriónica ante el sosiego que hoy emana de su figura recuerda a la mansedumbre con la que se comporta un depredador enjaulado, desprovisto de sus instintos más primitivos.

De pronto, sucede lo impensado. El hombre endurecido por los años se quiebra. La emoción lo atraviesa sin pedir permiso, los recuerdos lo empujan fuera de sí. Se desplaza hacia un extremo del escenario, buscando equilibrio con la mirada perdida entre algo que ya no es del todo real. Y es ahí, de espaldas al público, cuando se rinde. Las lágrimas caen sin filtro, sin orgullo, sin pose. Porque por más duro que seas, por más máscaras que uses, el niño que fuiste siempre encuentra la manera de volver. Y cuando lo hace, lo único que queda es llorar.

 

El Fantasma De la Ópera Rock

Pero, ¿qué es lo que pudo haber ocurrido para que aquel hombre, siempre reacio a mostrar emoción alguna, haya llegado a tal nivel de sensibilidad? Más allá del sofocante acaparamiento descrito por muchos de sus colaboradores más cercanos, entre ellos Chris Holmes (exguitarrista), quien en su momento afirmó que convivir con Lawless convirtió en miserables 20 años de su vida, tildándolo de déspota narcisista al que solo le interesa el beneficio propio, sin importarle las necesidades de los demás.

 

Esta notable falta de tacto suele ir acompañada de explosivos estallidos emocionales, como lo atestigua Chris Holmes en una entrevista de 2011, al rememorar la gira Winged Assassins Tour llevada a cabo durante el duro invierno de 1985. En ese entonces, Metallica y Armored Saint giraban como bandas soporte de W.A.S.P. y fue en Boston donde Lars Ulrich sería echado como un perro por un iracundo Blackie Lawless, quien no mostró piedad ni siquiera cuando el petiso baterista solo pedía un calefactor para paliar el intenso frío que azotaba la furgoneta de la banda aquella noche. Este episodio es solo un indicador más de la compleja y contradictoria personalidad de Lawless, que ahora, ante el desbordamiento de sus emociones, parece perder el control. Las palabras se le cortan  y el hombre que siempre se mostró implacable se convierte en un niño vulnerable. Tal vez, en ese llanto incontenible, se encuentren las huellas de un pasado que lo sigue persiguiendo.



Pocas horas antes de subirse a aquel escenario en los Países Bajos (Tilburgo, 02 de noviembre del 2012), Blackie Lawless recibió una llamada que cambiaría su día para siempre. Era su hermana Brenda, quien le comunicaba la triste noticia del fallecimiento de su hermano mayor, Clifford L. Duren. Una figura fundamental en su vida, cuya ausencia dejaría una marca indeleble en su alma. Clifford, sin duda, había sido un pilar en la formación de su carácter y en la evolución de sus aspiraciones como estrella del rock. Mientras su familia intentaba imponer una rígida jerarquía, comparándolos de manera absurda, Clifford se mostró siempre como el hermano que comprendía y aceptaba al joven Steven (nombre real de Blackie), fortaleciéndose así su vínculo. Según cuenta el propio Lawless, fue su hermano quien inspiró gran parte del concepto detrás de su disco Crimson Idol: «Fue mi mentor en todo. Muchos de los consejos que me dio los sigo usando hoy en día. Cuando era niño, él era mi ídolo».
                                      

                                              

Ten cuidado con lo que deseas, puede convertirse  en realidad
              

Steven Edward Duren nació el 4 de septiembre de 1956 en Nueva York. Su interés por la música surgió de manera decisiva cuando su hermano mayor adquirió una guitarra. Este hecho se convirtió en la puerta de entrada a un mundo sonoro que marcaría profundamente su vida. Desde entonces, se sumergió en el vibrante rock de finales de los 60, una época de grandes transformaciones. Fue entonces cuando empezó a empaparse de las influencias de bandas icónicas que definieron esa era y que, a su vez, dejarían una huella imborrable en las décadas posteriores. Grupos como The Who, Uriah Heep y Jethro Tull fueron fundamentales en su formación musical, impulsándolo a abrazar la energía y la creatividad desbordante de ese período crucial para el rock.

¿Steven Duren, Blackie Lawless o Jonathan Steel? 


De esta etapa, serían los británicos The Who, pioneros en transformar el rock convencional en la gran ópera rock que hoy conocemos, quienes se convertirían en la influencia definitiva para las ambiciones musicales de Steven Duren. Inspirado por su audaz capacidad para crear una narrativa a través de la música, Duren aspiraba a algo más que simples canciones: su objetivo era concebir un álbum conceptual que repasara su propia memoria personal con la mayor intensidad posible. Quería crear algo que no solo relatara su historia, sino que buscara dar un futuro a su pasado. Una expurgación en donde las heridas del alma se transformaran en himnos de dolor y gloria. Una biografía ficcionada que no diera tregua en su afán por encontrar un escape a través de la manifestación artística.
Este sueño se concretaría el 1 de agosto de 1992, con la publicación de The Crimson Idol, un álbum donde mito y realidad se entrelazan para dar lugar a una incomparable pieza maestra.



Se tenía pensado que ‘Crimson Idol’  fuera lanzado como un proyecto solista; sin embargo, el disco fue concebido como la quinta producción de W.A.S.P. debido a presiones comerciales, una decisión premeditada que garantizaba el flujo de ingresos ante la gran debacle noventera del heavy metal, causada por la explosión grunge en el mundo. Blackie, quien tardó cerca de tres años en grabar y producir el álbum, invirtió ingentes cantidades de dinero en el proyecto con el objetivo de obtener total dominio creativo sobre la producción y el concepto final de la obra. Anticipándose a la crisis, no se le ocurrió mejor idea que acondicionar su propio estudio, contratar a su propio ingeniero de sonido y grabar todo bajo su única perspectiva, evitando así cualquier interferencia externa que pudiera tergiversar el significado del disco.

De esta manera, se estructuraría cada detalle desde el aislamiento absoluto, elaborando  el contexto necesario para la trama, el perfil psicológico de sus personajes, y sobre todo, un discurso de carga emocional tan fuerte, que iría acompañado de un soberbio material audiovisual como fiel representante del grado de simultaneidad entre los contenidos. Una idea que ya venía rondando su cabeza tras hablar con un director de videoclips sobre la posibilidad de escribir un guión para una película.

                     

                                      
Esta vez, el enfoque cinematográfico tendría la capacidad de ampliar el cuadro de referencia de manera articulada. La música, compuesta como un soundtrack, estaría acompañada por un cortometraje de 60 minutos titulado La historia de Jonathan Steel, inédito hasta hace poco. La idea original era incluirlo como parte del lanzamiento de 1992. La primera versión aún se puede encontrar en algunas plataformas de forma gratuita, pero gracias a Napalm Records, hoy contamos con una remasterización digital que presenta notables mejoras técnicas. Se ha restaurado tanto la imagen como el sonido, añadiendo arreglos que complementan varios segmentos de la obra. Desde 2018, ambos trabajos—la película y la banda sonora—se han editado bajo un solo producto titulado ReIdolized (The Soundtrack To The Crimson Idol).



Volviendo al trabajo en estudio, el contar nuevamente con el respaldo de Frankie Banali en la batería fue una bocanada de aire fresco ante la abrumadora magnitud de un proyecto tan ambicioso, en el que se requería atención a detalles de ámbitos tan diversos. En este contexto, mantener el control total era casi imposible, especialmente cuando el bienestar físico y mental estaba al límite. Como diría el propio Lawless: “A mitad del disco, yo estaba literalmente fuera de mí, medio loco. Había trabajado hasta un punto en el que estaba enfermo todo el tiempo”. Sin la ayuda de Banali, tal vez no se hubiera logrado restablecer una visión clara de los objetivos. Y es que el exceso de entusiasmo y la fatiga acumulada por las largas horas de trabajo amenazaban con afectar la salud mental de su principal gestor.

 

Bob Kulick

Otro aporte trascendental fue la colaboración del experimentado guitarrista de sesión Bob Kulick. Nacido el 16 de enero de 1950 en Nueva York, Kulick creció en el corazón de una ciudad marcada por una constante efervescencia artística, de la cual emergieron bandas representativas de diversos géneros como el punk, el disco o el hip hop. Pertenecer a una escena tan prolífica como la neoyorquina tendría un impacto decisivo en su formación técnica y estilística como guitarrista.

El punto de inflexión en su carrera llegaría en 1973, con la irrupción de cuatro extravagantes personajes vestidos con trajes platinados y estruendoso maquillaje. Un año antes Kulick tentaría probar suerte audicionando para Kiss y compitiendo directamente con Ace Frehley, quien finalmente obtendría la plaza. No obstante, tras la primera salida de Frehley en 1977, Kulick tendría nuevas oportunidades de colaborar activamente con el grupo. Así comenzaría una serie de participaciones en álbumes tan trascendentales como ‘Kiss Alive II’, ‘Unmasked’, ‘Creatures of the Night’ e incluso en cuatro canciones inéditas incluidas en el recopilatorio ‘Killers’. Estos trabajos, fruto de un acuerdo mutuo con Gene Simmons, fueron manejados bajo el más estricto anonimato, tras pactar que el nombre de Kulick no aparecería en los créditos oficiales.


Tiempo después, y habiendo alcanzado ya una sólida reputación gracias a su trabajo con artistas tan diversos como Lou Reed, Alice Cooper, Michael Bolton o Diana Ross, su llegada al Fort Apache Studio (construido especialmente para la grabación de ‘The Crimson Idol’) sería como una bendición caída del cielo para Lawless. La amplia experiencia en estudio, sumada a esa aguda sensibilidad para interpretar los sentimientos ajenos y transformarlos en bellas poesías sobre cuerdas, las cuales captan con conmovedora precisión toda esa carga emocional  que se respiraba en el ambiente.

En palabras de Blackie Lawless: “Bob Kulick vino y tocó algunas partes solistas de guitarra, y a veces sus dedos podían sangrar durante las duras y largas sesiones de grabación. Hizo un trabajo lleno de maestría.”

Otros aportes, como el del legendario Ken Hensley (ex-Uriah Heep), quedaron fuera por motivos fortuitos. Finalmente, la formación que participó en la grabación del álbum diferiría notablemente de aquella que lo promocionaría en vivo. Los integrantes del Crimson Idol Tour debutarían el 26 de julio de 1992, con Doug Blair en la guitarra, Johnny Rod en el bajo y Stet Howland en la batería, quien reemplazó a Frankie Banali debido al duelo que este atravesaba por la repentina muerte de su madre.



 A través de los ojos de Jonathan Steel

 

No es fácil interpretar un personaje en la vida real. Ponerse una máscara y fingir ser cualquier cosa — una estrella del rock, un hombre del espacio, o el mismísimo demonio— puede parecer entretenido al principio, pero tarde o temprano te pasa la factura. Blackie Lawless lo viviría en carne viva, aunque demasiado tarde a su pesar. Y es que para reformular el presente es necesario hacer las paces con el pasado, incluso si eso significa volver a abrir viejas heridas. A través de la figura del narrador, ‘The Crimson Idol’ construye una proyección ficcional del verdadero hombre detrás del escenario. El hijo no amado. El hermano doliente. El músico incomprendido. El ídolo de barro. Todos ellos coexisten en la hostil y sórdida industria musical, devoradora incansable de sueños, que abre sus fauces con ambición desmedida y sin un gramo de escrúpulo, dispuesta a tragar enteras a esas almas errantes que, rotas por dentro, corren hacia ella no por gloria, sino por el anhelo desesperado de sentirse queridas, aunque sea por un instante.

"Me miro en el espejo... Y no entiendo ... No me siento como un niño, ahora no está claro ... Pero tampoco me siento como un hombre en ningún momento".

En esta confesión inicial, Jonathan no solo se enfrenta al reflejo de su cuerpo frente al espejo. Lo que realmente observa es la desnudez brutal de sus creencias, de sus deseos, de sus emociones rotas. Allí, en ese cristal frío, no ve un rostro, sino una pregunta sin respuesta: ¿Quién soy en realidad?

Su identidad, aún inacabada, se diluye entre las sombras de una duda que lo paraliza, impidiéndole reconocerse, o aceptar que, del otro lado, la luz no está encendida porque, tal vez, a nadie le interesa mirar más allá de su propia oscuridad.



The Invisible Boy (El chico invisible)

"Yo era el niño no deseado ... un prisionero ... (...) ... Mi hermano era el único ... (...) y, allí estaba, muriendo bajo su sombra".

Jonathan, hijo de William y Elizabeth Steel, vive sumido en un mundo interior que se refleja en el cristal de su espejo, un lugar donde el tiempo transcurre sin ser advertido mientras su vida avanza, ajena al lugar que le corresponde como hijo. Una condición esquiva, marcada por la distancia insondable que lo separa de su hermano mayor, Michael, quien se erige como el referente que su padre impone. Un padre que ignora a Jonathan con total indiferencia, viéndolo como un ser inferior a sus propias expectativas.

Es frente al espejo donde Jonathan aprende a ver el mundo desde dos perspectivas, pero, sobre todo, es allí donde experimenta la mayor de las pérdidas: la de la inocencia irreemplazable de un niño que se ve a sí mismo como un espectador de su propia vida, despojado de todo, apartado del mundo y condenado al silencio. Así, desde su nacimiento, queda marcado por el exilio, por la condena de aquellos que nunca encuentran su lugar.

                  

Arena of Pleasure (Arena del placer)

"No se a donde voy, pero no puedo esperar a estar ahí ... todo lo que se es que voy solo".

La tragedia se abalanza sobre la vida de Jonathan con una crudeza implacable. La muerte repentina de su hermano Michael en un accidente automovilístico lo deja destrozado, incapaz de despedirse e ir siquiera al funeral. En su lugar, el duelo lo consume en una soledad atroz, marcada por una culpa que quien no sabe cómo cargar con el "fantasma" del hijo adorado de la familia, para el no existe consuelo, sino una constante confrontación con su padre, William "Rojo", quien solo lo ve como el blanco perfecto para desfogar su frustración. Ahora la figura de su padre se convierte en su peor condena, empujándolo a una búsqueda desesperada por encontrar su lugar en el mundo como estrella del rock en la arena de todos los placeres.

 

                  

Chainsaw Charlie (Charlie motosierra)


"Son serpientes venenosas con dos lenguas ... peones y torres para el rey carmesí... (...).... ¿Y puedes oír los gritos de la máquina de la fama bajo la morgue de Charlie motosierra?"

 

Pasado un año de los últimos sucesos y convertido ya en un habitante nocturno para quien el alcohol, el sexo y las drogas son como un fiero ardor en la hoguera de sus deseos, Jonathan dejará las calles con la intención de probar suerte en el mundo del espectáculo. A penas consciente del peligro que le acecha en el decadente y tortuoso camino hacia la fama, el novato se encontrará frente a frente con Chainsaw Charlie, director de una compañía discográfica que le propone firmar "El contrato que lo llevará al lugar que ha deseado toda su vida". Desde su centro de operaciones, semejante a una morgue en la que se despedazan vidas y se asesinan ilusiones, el joven aspirante quedará a merced de un embaucador sin escrúpulos que, tras explotar a sus víctimas, privatiza los beneficios y despedaza las pérdidas.

 

        

The Gypsy Meets The Boy (La gitana se encuentra con el muchacho)

"Ten cuidado con lo que deseas ... podría convertirse en realidad"

 

En esta canción, cargada por el profundo simbolismo que solo el tarot puede ofrecer, se revela el poder de esas fuerzas invisibles que guían la intuición de quien cree ciegamente en ellas. Jonathan, inmerso en su deseo de convertirse en el "Rey carmesí de un millón de personas", no tiene conciencia de las consecuencias que le aguardan, a pesar de las advertencias de una vieja gitana que le previene sobre el alto precio de su obstinación. Pero nada lo detiene. El rojo carmesí que inunda su mente lo consume por completo, llevándolo al extremo de robar para obtener su primera guitarra eléctrica, un instrumento que empuñará con la misma determinación con la que huye de casa para dejar atrás a un "rojo" mucho más doloroso, el que su padre le infligió con cada golpe de correa.  


         


Doctor Rockter (El doctor Rockter)


"Oh, te ayudaré en este momento, amigo mío. Pero necesitas comprar. Después de todo soy tu médico"

No hay nada más peligroso que vivir una vida sin cuestionamientos, transitar un camino incierto cuyo destino ni siquiera se sabe si existe. Esa temeridad con la que Jonathan construye su futuro es la misma que impulsa su actuar tan errático como irracional. En ocasiones, hasta arriesga su integridad física al aceptar las sustancias prohibidas que le ofrece el doctor Rockter, un pequeño dealer que, además de analgésicos, le proporciona un escape momentáneo de la realidad. Pero sus acciones ya no son solo un rechazo a la inflexibilidad de la sociedad. Ahora, Jonathan ya no teme reprimir su profundo desengaño, su experimentación con las drogas se vincula a la necesidad de reconocerse a sí mismo en un reflejo que ya no reconoce, una imagen distorsionada de lo que alguna vez creyó ser. Y es ahí, frente al espejo de su propia desesperación, donde descubre que el resplandor de sus ojos, que alguna vez fue refugio de esperanza, ahora se desvanece lentamente, cegado por la penumbra que lo envuelve.

 

 

                         


I Am One (Soy el único)

 

"Nunca mas veré mi cara en el espejo o comprenderé por que soy yo el elegido" 

Compararse a otros con el entusiasmo desmesurado que ofrece la intimidad del espejo es solo una ilusión, sostenida a expensas de lo que realmente uno vive en realidad; es la reproducción falaz de una imagen distorsionada que cae en el ejercicio de la soberbia: ¡Soy único!, ¡soy el rey carmesí de un millón de personas! Es la mentira repetida mil veces que ahora se convierte en verdad. Detrás de la máscara del engaño aun asoma la voz interior infantil que grita: ‘Madre, mira en lo que me he convertido... ¿me llevarás a la horca y matarás al niño dentro del hombre?’

            

The Idol (El ídolo)

 

"Si tan solo pudiera pararme y mirarme en el espejo, Que es lo que  vería?, a un héroe caído con un rostro igual al mio"

El viaje utópico de Jonathan ha naufragado en el santuario de la frivolidad. A su alrededor, un enjambre de aduladores ha convertido su imagen en el motivo de su propia ruina. Será en un momento de fugaz lucidez cuando el pensamiento del arrepentimiento lo roce, mientras se prepara para alzar el teléfono y hablar con su madre. En su mente, una sola idea persiste como un eco: "Solo el amor me hará libre." Pero la respuesta que recibe es definitivo: "No tenemos ningún hijo."
Entonces comprende su cruel destino, ya sabe que "El rostro de la muerte lleva la máscara del rey de la misericordia." Y se prepara para tomar su decisión.

 

                     

Hold on to my Heart (Aférrate a mi corazón)

"Hay una llama, una llama en mi corazón ... Y no hay lluvia que pueda apagarla"

El perdón llega cuando reconoces que nunca hubo nada que perdonar; que el consuelo puede brillar como una antorcha en los lugares más oscuros del corazón, aunque se sea consciente de que estamos a un soplo de apagarla. "No me dejes ir, porque todo lo que soy, tú lo sostienes en tus manos", es el clamor de quien se aferra al principio de que todo termina con un salto al vacío.

  
                  



The Great Misconceptions Of Me (Los grandes conceptos erróneos sobre mí)

Jonathan sube al escenario de un coliseo totalmente abarrotado. Por delante aguardan un millón de ojos que observan la estela fugaz que la estrella deja en su viaje hacia la lumbre incandescente.

"Bienvenidos al espectáculo, el gran final por fin está aquí" —les dice a sus invitados—, "Gracias por venir a este, mi teatro del miedo".

Ahora no hay barreras para mirar hacia el interior de esa ilusión desvanecida por el tiempo.
"¿Te acuerdas de mí? Madre, tú nunca me necesitaste. Ahora no puedes salvarme", nuevamente el niño asoma a través de la representación del hombre.

"Soy un prisionero del paraíso con el que soñé, el ídolo de un millón de rostros solitarios".

Como un espejo sobre la superficie de su espíritu, el tarot revela la carta del sacrificio:

"El rostro de la muerte lleva la máscara del rey de la misericordia",
y en su reflejo se delata al habitante de dos mundos opuestos, que no podrá vivir más prófugo de una decisión: el de ser amo o esclavo.
"¡Viva, viva el Rey de la Misericordia!", grita con la fuerza con que la voluntad dota a los que han decidido abrazar la resignación.

"No soy ningún ídolo, ni Rey Carmesí. Soy el impostor. El mundo ha visto que mi padre era el ídolo, jamás lo fui yo. No quiero ser el ídolo carmesí de un millón de ojos".

Jonathan sabe que necesita sobrepasar el límite, y la señal se extiende como una cuerda hacia sus brazos. Sentirá la textura metálica fría entre sus dedos, la ajustará a su garganta y consumirá con ella el último aliento de su voz. Después de esto solo se escucharán gritos en el teatro de la vida, y en el centro del escenario, la misericordia y la muerte danzan hasta llegar a la catarsis.

Redoble de tambores. El espectáculo ha terminado. Larga vida al Rey de la Misericordia.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente