Boris Vallejo siempre ha tenido
alma de artista. Antes de ser reconocido como el mayor exponente del
Fantasy-Art fue la música la impulsora de sus primeros éxitos profesionales, un
interés que cultivó desde su etapa más temprana con el estudio del violín
durante siete años, llegando a dominar este instrumento prácticamente a la perfección.
Su innata capacidad de asimilar nuevos conocimientos le abriría un nuevo camino
a través de la medicina. Es durante este periodo en donde se encuentra con un
recurso sumamente importante para sus aspiraciones artísticas en el futuro: la
anatomía humana. Tras ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima y
terminar una beca de cinco años con honores, Vallejo estaba listo para dar el
gran salto.
Dejar el país natal en una
etapa anterior a la globalización de las telecomunicaciones era para muchos inmigrantes
un grito silencioso que ahogaba la voluntad más férrea: «Mi idea era trabajar
un par de años, regresar al Perú con los conocimientos adquiridos, y abrir una
agencia de publicidad», declararía en una entrevista al recordar su llegada a
Estados Unidos en 1964.
Pero hacer oídos sordos a la olla de grillos que se cocinaba en Nueva York de finales de los 60 sería algo imposible. La gran metrópolis se erguía como foco de corrientes de vanguardia como el expresionismo abstracto, el surrealismo sicodélico, el cine independiente, la moda bizarra y el art rock. Un cóctel explosivo que pronto transgrediría los espacios tradicionales de difusión artística para arder en los escaparates del mundo durante las décadas siguientes. Estaba claro que las pretensiones de Boris estaban a punto de ser saboteadas por su indomable curiosidad creadora.
En 1965, la editorial Warren Publishing (el mayor editor de revistas y cómics de terror en Norteamérica) trasladaría su base de operaciones a Nueva York, una hábil maniobra empresarial que habría de generar cierta estabilidad financiera y creativa a la compañía. Diez años antes, el Congreso de los Estados Unidos iniciaba una política de persecución y censura a los principales editores de cómics del país. La bomba incendiaria que inició todo fue lanzada por el psiquiatra germano-estadounidense Fredric Wertham y su polémico ensayo: Seduction of the innocent (La seducción de los inocentes) de 1954, texto en el que se consideraba a las historietas como una influencia perniciosa para la salud mental de los niños y adolescentes de la época; un siniestro dejavu que recordaría a la caza de brujas contra el heavy metal treinta años más tarde.
Pero la década de los 70 no
comenzó muy bien para el status quo, ya no hacía falta recurrir a la
imaginación para recrear una lúgubre y empobrecida ciudad carcomida hasta los
cimientos por la corrupción y el crimen. Una vuelta por la “gran manzana” era suficiente para darse cuenta que Nueva
York estaba enferma hasta el tuétano, esto
debido en parte a la decisión del presidente estadounidense Gerald Ford de
cortar toda ayuda fiscal a la ciudad alegando incumplimientos financieros. Un
claro acto de mezquindad que condenaría a todos sus habitantes a una hecatombe
social y económica sin precedentes, solo imaginable en el terreno de la
fantasía.
Ni los comics se atrevieron a tanto
« ¡No seas imprudente con el
mayor bien que posees: la vida!» es la advertencia que Max Brooks hace a todos
los lectores de Guía de supervivencia zombie (2003), un manual con indicaciones
específicas sobre cómo sobrevivir a una posible invasión de muertos vivientes
en un futuro apocalíptico, y que en la ficción, tiene como epicentro a la
ciudad de Nueva York.
Igual de perturbadora fue la advertencia que
recibirían los visitantes a la gran
metrópoli de Nueva York en 1975: ‘Bienvenidos a la ciudad del miedo’.
Con este titulo circulaban panfletos que alertaban de los peligros a los que estaba expuesto cualquier ciudadano que no siguiera en estricto las directivas de supervivencia enumeradas en su
interior: Mantenerse pertrechado en casa después de las 6 de la tarde, no usar transportes públicos por las noches o
evacuar lugares inseguros ante posibles incendios de origen desconocido, eran
las recomendaciones que disuadirían a cualquier fanático del turismo vivencial
o a algún avezado explorador que quisiera experimentar el ansiado sueño americano dentro de esta salvaje y convulsionada urbe.
Pero si no te quedaba muy claro el discurso, pues la semiótica del miedo
complementaria el macabro recordatorio con la figura de la muerte en primer
plano y su sarcástico ‘Buena Suerte’ en tono de reflexión (o advertencia) final. Una austera
invitación al memento mori personalizado. -Recuerda que eres mortal-.

Resultaba paradójico que
‘Bienvenidos a la ciudad del miedo’ haya sido distribuido por miembros de la
propia policía local en su desesperado intento por controlar la creciente
espiral de miedo que ya bordeaba entonces los abismos de la psicosis, sin embargo; a inicios de 1977, la ilusión de cambio se asomaba desde la hondura de las mentes
más pesimistas.
«I Love New York», fue la campaña que con la
mesura de un diseño minimalista y la extraordinaria simpleza de su concepto, alentaría a la población a recobrar el orgullo perdido. La violencia, el odio y
las mentiras eran fantasmas que se deseaban ocultar bajo la alfombra del pasado. Así lo esperaban las generaciones que habían visto a la
ciudad podrirse hasta la médula. “Rotten to the Core”, compuesta en 1982 por
Overkill, y considerada una de las primeras canciones thrash metal de la
historia, es una radiografía completa de aquellos años que se buscaban olvidar.
Estaba claro que fueron los propios políticos los que destruyeron a las personas
que habían jurado salvar y que ni la censura ni la persecución sin sentido
fueron efectivas a la hora de frenar la tensión social.
"I Love New York" se convertiría en un fenómeno cultural que inspira hasta hoy toda una industria del marketing y el merchandising: gorras, polos, parches, stickers y una infinidad de artículos se comercializan anualmente expandiendo el concepto por diversas ciudades alrededor del mundo. Una propuesta que con el paso del tiempo daría una vuelta de tuerca hacia el mainstream cultural al despertar el interés de renombrados artistas del Pop Art, quienes sentían una extraña atracción por aquel simplismo. El entusiasmo que les generaba la ausencia de todo elemento expresionista entraba en conflicto con su idea de acabar con la manufacturación artística. Andy Warhol junto a Jean-Michel Basquiat, Roy Lichtenstein o Keith Haring fueron los nombres más conocidos del movimiento, al que definieron incorporando elementos de la cultura popular y el lenguaje de los medios masivos en una constante retroalimentación a favor de las tendencias modernas. Warhol y Cía. llevaron la mesura del minimalismo un paso mas allá, adaptando ciertos elementos característicos de los cómics , revistas pulp y panfletos para revitalizar sus propuestas artísticas, a pesar de considerar estos contenidos como superfluos debido a su condición de reproductibilidad técnica. Un pensamiento snob que recuerda a la clásica frase de la abuela: 'Si encuentras muchos es porque no deben de ser buenos'.
En este panorama Vallejo
decide renunciar a su labor como dibujante publicitario en una cadena de
tiendas del Bronx para seguir con la propuesta contracultural de
publicaciones como Creepy, Eerie o Vampirella, pero en este contexto; ¿Qué tan lejos estaban las
publicaciones de Warren Publishing de la ambición estética que Vallejo profesaba por Vermeer, Rembrandt o Murillo?.
A diferencia de los snobs neoyorquinos,
se palpaba un deseo de transgredir y trascender. «El trabajo de Warhol se
dirigía a atraer al público, sin sustancia; su técnica no era, de ninguna
manera, algo que hubiera querido emular: no me interesó en absoluto», diría
categórico en una ocasión.

Definición de estilo y éxito internacional
Provisto de una habilidad
prodigiosa para la pintura al óleo, junto a la destreza y buen gusto en la
elaboración detallada de la figura anatómica de sus personajes, muchos de ellos sacados de la mitología y retratados a la perfección gracias a sus
estudios de medicina y esa creciente afición por el fisicoculturismo, habilidades que rápidamente le ayudaron a ganarse una gran reputación ente los ilustradores más cotizados de su tiempo.
Pero su paso por el mundo de las historietas no era una simple casualidad. Había un hilo invisible que lo unía todo y que con el pasar del tiempo reconocería: "La razón por
la que fui a Warren fue porque estaban publicando el trabajo de Frank Frazetta
[…] me encantó que mostrara a estos tipos musculosos y la forma en que
retrataba la figura humana". Ya para esos
años, sus ilustraciones representaban un imaginario plagado de monstruos
mitológicos, guerreros heroicos y bellas mujeres llenas de erotismo, señas de identidad fácilmente palpables por el ojo público debido a la rápida popularidad que la ciencia ficción ganaba por esos años. Elaborar
la portada del cómic ‘The Savage Sword of Conan’, fue un nexo que cerro el círculo con el estilo del genio de brooklyn (Frazetta). A partir de ese momento, Vallejo tomaría la posta al rediseñar los trabajos por los que Frazzeta era conocido, colaborando como portadista de la Warren hasta el final de la compañía a fines de la década de 1970. Pero Vallejo estaba destinado al triunfo, y su primer éxito internacional llegaría con el premio 'British Fantasy Award' de 1979, concedido por su pintura hiperrealista ‘The Amazon Princess and Her Pet’. Para la década siguiente el cine, la televisión, y sobre todo la música, serían los más afortunados al recibir el prodigioso pincel del maestro.

Las grabaciones del disco “Bark At The Moon” de 1983 no eran nada alentadores para Ozzy Osbourne. Lo que debería haber sido un punto de inflexión en su carrera como solista se vería por el contrario ensombrecida por la tensa atmósfera de la desconfianza. Después de la muerte de Randy Rhoads, el guitarrista sustituto: Jake E. Lee; parecía no encajar en la nueva dirección de la banda, o eso es lo que insinuaba la siempre malintencionada Sharon Osbourne. El aporte de Lee en la composición del álbum nunca fue reconocido, a tal nivel que su nombre no solo fue omitido en los créditos de este álbum, sino que también sería despojado de toda autoría en el siguiente trabajo de 1985 llamado 'The Ultimate sin'. Como era de esperarse, estos incidentes acarrearon múltiples demandas judiciales por ambas partes, privándonos con esto, de disfrutar nuevas reediciones que demuestren la maestría en el dibujo que Boris realizó para ambas portadas. Pero este par de álbumes son tan solo dos ejemplos del basto catálogo de colaboraciones que el artista realizó para agrupaciones de rock y heavy metal.

“No Place For Disgrace”,
editado en 1988, es el segundo LP de Flotsam and Jetsam. En la cubierta del disco se
puede apreciar a un Samurái a punto de hacerse el hara-kiri arrodillado bajo la
atenta mirada de un segundo personaje que lo escolta sosteniendo su arma de
forma amenazante, un sugestivo mensaje que va acorde con el título del trabajo:
El honor o la muerte, "No hay lugar para la desgracia". El imaginario fantástico
de Vallejo nuevamente ascendería a paso galopante sobre la bestia indomable del
rock pesado y no existió género ajeno a la influencia de su obra, sea
acreditada o no, la podremos ver en todas partes, en portadas de speed metal, thrash metal o hard rock. Su impecable carrera sigue sorprendiendo
y entusiasmando hasta el día de hoy, siendo reconocido y estudiado en todo el
mundo y dando muestras de genialidad como en el diseño del último álbum de
Andrew W. K.
Un peruano de bandera que sigue de pie y con el pincel desenvainado. ¡Larga vida al rey! 👑

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